lunes, 26 de abril de 2010

Caberías y Caballeros Pardos


En una anotación del registro de la diócesis de Astorga en el S.XI, concretamente en su página 361, dice así; “Vecinos de Barrientos y el sacerdote llamado Pedro dan a la Iglesia de de Santa María de Astorga y a su Obispo D. Pedro, la Iglesia de San Martín, edificada en dicho pueblo, debajo del Monte Iraco y a la corriente del río Tuerto con todas las heredades que posee el 20 de Diciembre de 1.069”.

La iglesia de la que hablo es la del cementerio, ya mis abuelos y mis padres me comentan, que el antiguo pueblo de Barrientos se asentaba en lo que hoy se denomina “las costillinas” o “El Cillar”, en la falda del monte ¿Iraco?.

Fui torpe para comenzar a andar en bicicleta y comenzar trajo encargo, el de acercarme todas las tardes a casa de mi abuela, en el barrio de Santa Ana, a llevarle una botella de leche. Guardo muchos recuerdos de las tardes de invierno en la cocina de mis abuelos. Sobre todo de las historias que se contaban sobre la “torca del moro” y la pervivencia de una familia musulmana hasta casi nuestros días, historias de bajadas de lobos, o cuentos varios que, ya por aquel entonces, publicaba, según creo recordar, Don Octaviano.

Para mí también era especial el día en que, como todos los inviernos, subíamos al monte a cortar un carro de leña para mis abuelos. Siempre la misma liturgia; muy de mañana mi padre con el tractor y el remolque subía al monte por el camino de las viñas, mientras, a mí me esperaba mi abuelo en casa. Una vez allí, nosotros dos solos, alguna vez con mi tío Toño, con las “machetas” recién afiladas y la sierra al hombro salíamos para el quiñón del monte. Los charcos de la calle estaban helados, la niebla cerrada, por la orilla del reguero llegamos a la tierra de “Los Quiñones” y, desde allí, subíamos a la estación, cruzábamos la vía y ascendíamos por el camino de la “Cantarillina” hacia el teso de arena, en cuya ladera, habitualmente, mi abuelo sembraba garbanzos, de ahí al “Chano” y por el “Carrochano” subíamos las torcas y llegábamos al monte.

Era una sensación agradable dejar las nieblas y las heladas calles para llegar al, mayormente, soleado y abrigado monte. Tanto es así que, desde entonces, todas las navidades en que volvía a casa siempre volví a repetir el mismo camino y, para ello, aprovechaba el día mas neblinoso que podía. Aún hoy lo sigo haciendo.

“Javiel” me llamaba mi abuelo y, de él recuerdo que, era más duro que el pedernal. Por algo era Prieto…. Prieto y Cabero. Cabero y Prieto mi abuela y de Nistal le viene como apodo “Cañas” aunque, según Aquilino Combarros, ya en 1.850 hubo un alcalde en Barrientos, Rafael Combarros, apodado el ti Cañas. Aquí me pillarían en renuncio no se decir si el apodo viene de Barrientos o de Nistal.


Fig. Paula Cabero, Pilar Cabero, Generosa Cabero (cuadro), Honorio Prieto Cabero y Juan Cabero.

Muchos Caberos aparecen en la imagen, todos ellos muy cercanos, abuelos y tíos-abuelos, para ilustrar una historia de Caberos, Caberías o agrupaciones de Caballeros Pardos, también conocidos como Caballeros a Sueldo de León.



En el siglo VII la vida en las tierras de frontera, las tierras de nadie, era bastante complicada, se vivía y se moría al albur de una Ceifa, Razzia o incursión de castigo, cuando no en manos de buscavidas o renegados que no tenían cabida en ninguno de los proyectos estables de gobierno. En los inicios del Reino de León, los pobladores debían luchar para vivir y luchar para protegerse, por lo que, además de campesinos, debían ser guerreros que se organizaban para defenderse o ampliar sus territorios.

Por otro lado, los Reyes no tenían la capacidad económica o suficientes beneficios de tierras y señoríos, para pagar una tropa armada estable y capaz de bregarse con los musulmanes y cristianos en las continuas refriegas de frontera. A modo de detalle se estima que, en aquel momento, mantener un soldado a caballo completamente equipado costaba las rentas que proporcionaban 150 hectáreas de tierras. Por todo ello tenían que recurrir a la ayuda de cualquier hombre con capacidad para mantener un caballo y las armas necesarias prestas para el combate. Por ello aparecieron las tropas concejiles. Estas tropas, mayoritariamente organizadas desde los concejos, recibían el nombre de Caberías, también Caballeros Pardos o Caballeros a sueldo de León. A los integrantes de estas Caberías se los nombraron Caberos y fue una clase de tropa relevante que según avanzaba la reconquista, adquirió beneficios y prebendas y que nació aquí, en las tierras bajas de León, donde era más difícil contener al contrario, siempre creyente, sea del credo que sea, y seguidor del libro.


El emir Hisam I tras derrotar a Bermudo en Burbia quería acabar de una vez por todas con los levantiscos que incordiaban sus dominios por el norte.

Hisam I, deseaba emular a su padre Abderraman I por ello reformó su obra principal, la mezquita de córdoba, a la que añadió el primer alminar o minarete, y deseaba hacer otro tanto en el campo de batalla, por ello estaba obligado a realizar una campaña que agradara a sus nobles, a su puelo y, de paso, vengar la derrota de la campaña anterior, en la que su general Abd al-Malik había sido degollado por el propio Alfonso II “El Casto”.

En el año 795 el general Abd al-Karim dirigirá una Aceifa sobre el norte de la península con varios objetivos, el primero de control, y el segundo de venganza por la derrota que Alfonso II, el Casto, infringió a su hermano un año antes, al ser emboscado entre Babia y el Bierzo cuando retornaba a su tierra, tras haber destruido Oviedo.

Hisam I sólo había transmitido una consigna a Abd al-Karim, quería la destrucción más absoluta y la cabeza de Alfonso II sobre una pica.

Córdoba se había engalanado para dar la despedida al selecto ejército de más de 10.000 jinetes, que durante la primavera estuvieron acampados a las afueras de la ciudad sometidos a duros y continuos ejercicios de adiestramiento.

Al comienzo del mes de Jumada, el General Abd al-Karim tras una gran parada militar al son de pínfanos y timbales, presidida por el mismo Emir abandona Córdoba. A la par que la tropa emprende camino, y no con el mismo motivo, los informadores a sueldo de Alfonso II salen a uña de caballo hacia el norte. Las noticias no son buenas, el ejército musulmán poderoso, es preciso informar cuanto antes al Rey.

En el norte las fiestas del sur se tornan en duelos. Todos los hombres principales del reino son convocados por el Rey que reúne un ejército dispar. Todos los concejos han aportado, según sus posibles, a lo más granado de su población para lo que se presume como campaña a sangre y fuego.

Alfonso y sus generales apostarán a su ejército con Astorga a la espalda a la espera del enemigo, mientras, el resto de los pobladores huyen a refugiarse a las montañas. El emplazamiento elegido permitirá presentar batalla en razonables condiciones, además de un rápido repliegue atravesando montañas y puertos hacia un terreno más abrupto, que compense la desventaja numérica y cualitativa de las tropas.

Con el fin de dificultar el avance del ejército de Córdoba se crean partidas de Caberías, estas habrán de incordiar al grueso del ejército con constantes escaramuzas. Pero los ágiles jinetes cordobeses están prevenidos y lo que podían ser operaciones de desgaste del musulmán, acaban siendo escabechinas de los que se decían descendientes de los godos.

Al comienzo del mes de Rajab, el ejército del Emir se sitúa frente al del Rey Alfonso. A medida que ha ido avanzando su ejército, el General Karim es informado de los movimientos de su oponente, por ello agradece a Alá su suerte, el Rey a cometido el error de hacerle frente en campo abierto y pagará cara su osadía. Ante la sorpresa de los sublevados, nada más llegar, sin perder un segundo, envía una vanguardia de 4.000 jinetes al mando de Faray ibn Kinanasus jefe de la división militar de Sidonia. Los acampados se ven desbordados por el impetuoso ataque de la eficaz caballería andalusí. El golpe que reciben en su centro es demoledor. Cuando el resto de las tropas locales acuden a reforzar las posiciones castigadas, el propio general Karim, al mando de las tropas restantes, ataca por el ala derecha. En encuentro fue desigual y, como siempre en las guerras, unos mataron y otros fueron muertos, muchos de los nuestros regaron la tierra que fue completamente asolada. Tras el error táctico el rey bastante tiene con huir con lo que le resta. Las vanguardias musulmanas se lanzan a rematar la carnicería.

A las órdenes del Rey, Guadaxa reorganizará el cuerpo de caballería concejil con el que se lanzará de nuevo a la carga, objetivo, detener o entorpecer el avance de los sarracenos. Ya sólo queda vencer o morir y esta vez… pintan bastos. Los locales, mal entrenados y peor armados, nada podrán ya hacer ni por sus haciendas ni por sus vidas. Los jinetes de Faray los rodean y asaetean. Tras la batalla quedará el campo sembrado de cadáveres. Karim pone rumbo a Oviedo que será devastada debido a que, según el cronista Ibd ad-Dhari, las murallas no habían podido ser aún reparadas del ataque del año anterior ejecutado por Malik, no pudiendo ofrecer resistencia alguna. Una vez finalizada esta victoriosa campaña, el general Karim da orden de regresar a Córdoba. Corría el mes de Sha´ban. Sus tropas celebrarán en Ramadam con los seguidores del profeta y el Dios verdadero sin cumplir su objetivo, capturar al Rey Casto y dejar sin efecto la resistencia del norte peninsular.

“La fortuna reparte su suerte como de costumbre, por la mañana velorio y desposorio al anochecer”. Abu Isaq Es Saheli (S. XIV). Poeta y arquitecto granadino.

El tema va de Caberos, Caberías y de montes, o más certeramente del monte Iraco o los montes de mi recuerdo. Para poner música a esta entrada selecciono a Vangelis (nombre comercial del griego Evangelopulos). Me imagino que podría tener sobre 14 años cuando conseguí un cassette (era lo que había) con el álbum Spiral. Aún hoy lo sigo escuchando y sigo pensando que es de lo mejor en música electrónica que conozco. La obra de este griego es muy extensa y para todos los gustos, en este caso incluyo el tema “Ask the mountain”. Va con la entrada.

Esta vez no será una pintura la que acompañe, será una obra arquitectónica, ya la cita del final de la entrada es suya y suya también es la mezquita de Djinguereiber. ¿Por qué viene a cuento esta obra? La obra de un poeta y arquitectro granadino del S.XIV, Es Saheli, que alejado de las modas imperantes en su momento, crea una obra que, como el mismo dice, surge de la misma tierra, realizada con materiales toscos y humildes pero aún así cómodos y duraderos, es dura como lo es la misma tierra de la que nace, como siento que son las gentes de esta tierra. “Hombres que entre raíces, como raíces gallardas, van de la vida a la muerte, van de la nada a la nada”.
Esto último es de otro poeta, esta vez alicantino, al que ahora todos los políticos le quieren poner apellido, hablando en esta ocasión sobre leoneses.

2 comentarios:

eufrasia vega cavero dijo...

Maravillosa esta pagina ,si eres tu el creador,javier prieto, debo decirte que he visto la foto de los cavero y prieto .y prieto cabero.mi madre era hermana de paula prieto cavero o sea q tu tienes quer nieto de honorio y de paula ,el tio juan hermano de mi madre y de tia paula y de la tia generosa. asique somos familia. espero noticias. ah,los CANAS son de nistal que yo sepa pues mi abuelo era Jose Cabero y le llamaban CANA.

Javier Prieto dijo...

Hola Eufrasia, muchas gracias. Sí que somos primos, yo he oído referencias a ti tanto a mi madre como a tía Generosa y a tía Pilar. Yo soy nieto de Paula y Honorio e hijo de Daniel, que está casado en Carral. Ya comentaré en casa sobre esto…. Por si no lo sabes, de este domingo en 15 días es la fiesta de Barrientos. Yo espero estar por allí aunque normalmente vivo en Madrid. Me alegro mucho de conocerte aunque sólo sea virtualmente hablando.